En medio del actual cónclave y los debates sobre el futuro del Vaticano, la Iglesia Católica atraviesa un periodo decisivo. Las reformas iniciadas por el Papa Francisco han puesto sobre la mesa temas antes tabú en la institución: desde la transparencia económica y el papel de la mujer en la Iglesia, hasta el reconocimiento de nuevas formas de familia o la inclusión de colectivos históricamente marginados. Mientras los cardenales deliberan a puerta cerrada, el mundo exterior especula, analiza y, cómo no, también fantasea con los posibles caminos que podría tomar la Iglesia en años venideros.
En este clima de expectación, resulta inevitable recordar una de las miradas más audaces que ha ofrecido la ficción contemporánea sobre el Vaticano. Nos referimos, como no, a las series creadas por Paolo Sorrentino: The Young Pope y The New Pope, dos producciones que, bajo la deslumbrante estética barroca marca de la casa y haciendo uso de un humor satírico, ofrecen una reflexión profunda sobre el poder, la fe, la soledad y la teatralidad del papado.
The Young Pope, protagonizada por Jude Law como el ficticio Papa Pío XIII, imagina un pontífice joven, carismático y ultraconservador que sacude los cimientos del Vaticano desde el primer minuto. Sorrentino, lejos de ofrecer una caricatura fácil, construye un personaje complejo, brillante y contradictorio, que genera rechazo y fascinación a partes iguales. Su lema no escrito podría ser: «Dios es misterio, y el Papa también debe serlo». La serie es una provocación en toda regla: visualmente excesiva, narrativamente arriesgada y teológicamente ambigua.
En The New Pope, la historia da un giro aún más radical con la aparición de un nuevo pontífice, interpretado por John Malkovich. A través de él, Sorrentino plantea una Iglesia atrapada entre dos extremos: el rigor doctrinal y la modernidad mediática. La serie se vuelve más onírica, más melancólica, pero no menos crítica. Se interroga sobre el culto a la personalidad, la fragilidad del liderazgo espiritual y el absurdo inherente a cualquier estructura de poder que aspire a lo sagrado.
Ambas ficciones comparten una premisa: el Vaticano como escenario de pasiones humanas intensas, casi shakesperianas, donde lo divino y lo terrenal se entrecruzan de forma constante. En un paisaje audiovisual repleto de biopics, documentales y ficciones religiosas más convencionales, lo de Sorrentino no se parece a nada. Su mirada no busca explicar la Iglesia, sino desarmarla con belleza, ironía y una devoción estética que raya en lo místico.
Lo más curioso es que, pese a su relevancia cultural y a su impecable factura, The Young Pope y The New Pope no están disponibles actualmente en ninguna plataforma en España. Mientras abundan las opciones para consumir contenidos papales, las dos series más osadas sobre el tema parecen haber desaparecido en el limbo digital.
Ahora, en medio de la realidad tan acrisolada con la ficción, resulta relevante plantear la influencia que estas producciones audiovisuales pueden tener en la percepción y comprensión del Vaticano y la Iglesia Católica por parte del público. A pesar de su carácter ficticio, la manera en que se abordan temas tan candentes como el poder, la fe, la soledad y la teatralidad del papado, ofrece una oportunidad para reflexionar sobre la situación actual de la institución y las posibles direcciones que podría tomar en el futuro.
Es innegable que tanto The Young Pope como The New Pope plantean una visión audaz y provocativa del Vaticano, además de ofrecer una rica exploración de la compleja intersección entre lo divino y lo mundano. Aunque su acceso en España sea limitado, estas series siguen siendo relevantes para el diálogo en torno a la Iglesia y su rol en la sociedad contemporánea. Tal vez sea momento de considerar su disponibilidad en plataformas accesibles para el público español, de modo que puedan enriquecer el debate sobre el papel y la relevancia de la Iglesia en el mundo actual.