Los problemas de Megalópolis
Tras una acogida irregular por parte de la crítica en el Festival de Cannes, el proyecto más megalómano del director de El padrino y Apocalypse Now no para de generar titulares. A los relatos sobre una producción supuestamente caótica y las acusaciones de acoso sexual contra el cineasta se han sumado un uso muy imprudente de la inteligencia artificial y declaraciones para Rolling Stone en las que Coppola suelta uno de los términos más peligrosos del vocabulario actual.
Hablando de sus expectativas para Megalópolis, Coppola apunta lo siguiente: «Lo que no quería [de la película] era que nos tomaran por una producción ‘woke’ de Hollywood que sermonea a los espectadores». «En el reparto hay gente que fue cancelada en un momento u otro. Hay gente que es archiconservadora y gente que es extremadamente progresista. Pero todos trabajan juntos en el mismo filme. Eso me pareció interesante».
Coppola no miente, en Megalópolis tenemos tanto a Shia LaBeouf (actualmente objeto de una demanda por malos tratos de su ex, la músico y actriz FKA Twigs) como a Dustin Hoffman, también acusado de conducta impropia por parte de una becaria del rodaje de Muerte de un viajante (1987). Sin olvidar a John Voight: el actor de Cowboy de medianoche no solo es un notorio ultraderechista, sino que arrastra una relación muy turbulenta con su hija Angelina Jolie.
«Esto me lleva a hablar de política, y mi publicista me grita si hablo de política», bromea Coppola. Y prosigue poniendo en paralelo su péplum de ciencia-ficción con la actual situación preelectoral en EE UU: «La película no va a curarnos de nuestros males. Pero sinceramente creo que lo que nos salvará es el hecho de que tenemos que hablar del futuro».
«Hemos hecho la película para contribuir a eso. Y todo lo que queremos para la película es que de pie a una conversación: no puedes tener una utopía sin una conversación», remacha Coppola. Aunque sus palabras resulten nobles, uno recuerda aquello de las buenas intenciones como camino hacia el infierno.
La tensión y controversia siguen en aumento para Megalópolis. A medida que se acerca la fecha de estreno, la película se convierte en el epicentro de un debate que toca temas tan diversos como el proceso de creación artística, la diversidad en Hollywood, los límites personales y éticos de los artistas, y el papel de la política en el cine. La mezcla explosiva de talento, polémica y expectativas desbordadas ha creado un caldo de cultivo que tiene a la industria cinematográfica al borde del asiento.
Más allá de las declaraciones del director, la intriga y las opiniones divididas sobre el filme amenazan con opacar -o quizás avivar- su impacto en la cultura popular. Megalópolis se alza como un desafío no solo para los involucrados en su realización, sino para la audiencia que, una vez más, contempla cómo el arte y la realidad se entrelazan en un juego complejo de significados y repercusiones.