La película de Jon Garaño y Aitor Arregi, liderada por la descomunal interpretación del actor, conquista Venecia. Una reflexión sobre el relato y la verdad basada en la historia real de Enric Marco. El documental que ajusta cuentas con Leni Riefenstahl, la cineasta que ensalzó el nazismo.
Desde hace unos años una palabra se ha colado en nuestro lenguaje. Se trata de ‘relato’. Hace una década un relato era una historieta corta, pero ahora su significado es otro. Ahora se trata de la forma de contar las cosas, y ese relato es de vital importancia en un momento lleno de -y aquí otro término nuevo en nuestro habla- guerras culturales. Los políticos hablan del relato, y hasta han creado refranes. “Dato mata relato”, escuchamos en las tertulias televisivas todos los días. En realidad el relato ha existido siempre pero nunca se le había dado tanta importancia desde el plano político.
¿Se acuerdan de C3PO contando lo que habían vivido haciendo sonidos con todo el mundo a su alrededor? Pues básicamente, el androide de La guerra de las galaxias estaba ganando el relato. Daría igual que lo que estuviera diciendo fuera mentira, o estuviera fabulado o exagerado, porque su forma de contarlo era lo que tenía a todos comiendo de su mano. Este rodeo sirve para hablar de la habilidad que tenía Enric Marco, el español que durante años fue la cabeza visible de las víctimas del Holocausto en nuestro país. Daba discursos, estaba en los medios… y hasta logró que el gobierno de Zapatero hiciera caso por primera vez a los supervivientes españoles y que hasta acudiera a la conmemoración del 60 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial en Mauthausen.
El único problema, uno bastante grande, es que Enric Marco nunca estuvo en un campo de concentración. Se inventó una historia, y la vendió tan bien que logró que todo el mundo mirara hacia donde habían preferido no hacerlo. Una vida construida sobre una mentira, o como dice el cartel promocional del filme, sobre una verdad inventada, merecía ser contada en forma de película. Y aquí el juego metalingüístico, ¿qué es una película sino otra mentira basada en muchas historias que queremos creer?
Ese juego es el que han realizado en Marco los cineastas vascos Jon Garaño y Aitor Arregi, parte de los Moriarty (nombre artístico que completa Jose Mari Goenaga, aquí en el guion junto a ellos y Jorge Gil Munarriz). Antes habían hablado de Memoria Histórica en La trinchera infinita, y hasta en Handía. Ahora reflexionan sobre el relato, sobre si una mentira empaña la verdad que llevaba debajo y sobre la máscara y la ficción en el filme que han presentado en la sección Orizzonti del Festival de Venecia antes de su estreno el 8 de noviembre en España.
La acogida del filme ha sido fantástica, y los elogios aumentan cuando se dirigen a quien se ha puesto en la piel de Marco. Eduard Fernández se transmuta, desaparece bajo el maquillaje y directamente se convierte en otra persona. Se asfixia, pierde el hilo, miente, nos engaña y nos seduce durante casi dos horas. Es imposible apartar los ojos de su interpretación. Los directores siempre tuvieron claro que él tenía que ser Marco, pero hicieron muchas pruebas para encontrar el equilibrio en las capas de maquillaje que le iban a poner.
“Una cosa es el Marco real, el que está en las fotos, y otra cosa es la credibilidad que tendría el nuestro si copiamos al Marco real. Incluso a la hora de interpretarlo, si lo hacemos más histriónico o menos histriónico. Esa fue una conversación constante con Eduard y con el equipo de maquillaje”, cuentan desde el Festival de Venecia. La idea era “que no fuese un imitador, pero que tuviera una esencia”. “Lo que pasa es que es tan bueno este tío…”, concluyen sobre la interpretación de Eduard Fernández, que es desde ya el favorito a todos los premios de este año.