La recién estrenada película de Brady Corbet es una verdadera sacudida al sueño americano. Lleva por nombre «The Brutalist» y ha logrado cautivar a la audiencia en la Mostra de Venecia. Este filme, de tres horas y media de duración y rodado en 70 mm, ha dejado a la crítica sin palabras con su monumentalidad y su temas incisivos.

El debate sobre el individualismo y el colectivismo se ha visto reflejado en la historia del cine desde hace décadas. «El manantial» es un claro ejemplo de la defensa del individualismo y del neoliberalismo económico, principios que encuentran una fuerte raíz en la sociedad estadounidense. En contraposición, «Fortuna», una obra literaria que exploraba los inicios del capitalismo, confrontaba estas ideas con los ideales del comunismo en pleno auge del fascismo de Mussolini.

La película de Corbet, por su parte, se sumerge en un enfrentamiento similar al abordar la historia de Laszlo Toth, un exiliado húngaro que escapa de un campo de concentración y llega a los Estados Unidos en busca de una vida mejor. A lo largo de la cinta, se pone de manifiesto la ilusión de los migrantes al llegar al país y la realidad a la que se enfrentan al descubrir que la imagen del anfitrión solidario no es del todo verídica.

En «The Brutalist», el cineasta Brady Corbet se sumerge en una cruda representación de la realidad de los migrantes en Estados Unidos, mostrando la lucha de los trabajadores precarios, en su mayoría extranjeros o de raza negra, cuyo arduo trabajo sustenta la próspera economía del país. Esta obra no se limita a retratar la típica historia del migrante obrero, sino que se centra en el talento y esfuerzo de un individuo que, en un mundo ideal, habría triunfado por mérito propio.

La monumental cinta abarca desde 1947 hasta 1980 y narra el ascenso de un arquitecto cuyo estilo brutalista, vinculado al socialismo, choca con el individualismo promovido en «El manantial». A lo largo de su trayecto, el protagonista se ve obligado a renunciar a parte de su identidad y tradiciones para poder adaptarse a su nuevo entorno, un sacrificio común entre los migrantes en busca de aceptación y reconocimiento en su nueva patria.

«The Brutalist» desafía los símbolos estadounidenses al mostrar la estatua de la libertad al revés y una cruz invertida, simbolizando una inversión de valores y cuestionando el verdadero significado de dichos íconos. La película no teme ser explícita en su mensaje, llegando incluso a expresar abiertamente la podredumbre del país y el rechazo que enfrentan los migrantes.

La puesta en escena de esta obra es verdaderamente deslumbrante, con un uso impactante del formato de 70 mm, una propuesta sonora inmersiva y una fotografía exquisita que resalta la belleza de los edificios y paisajes. «The Brutalist» se perfila como una pieza cinematográfica que desafía las convenciones y se posiciona como un fuerte contendiente para el León de Oro en la Mostra de Venecia.

En resumen, «The Brutalist» no solo ofrece una experiencia visual y sonora impactante, sino que también confronta al público con una representación cruda y honesta de las realidades de los migrantes en Estados Unidos, desafiando las bases del sueño americano y poniendo en tela de juicio los valores que sustentan a la nación.