«La fiebre de los ricos» es una película que parece querer ser una sátira feroz contra las élites acaudaladas en sus primeros treinta minutos. La premisa de un virus que elimina a individuos con un umbral de patrimonio específico y la presentación de su protagonista, Laura Palmer, dan la impresión de una propuesta dispuesta a ridiculizar a los poderosos. Sin embargo, la trama toma un giro inesperado y se aleja de este enfoque inicial.

Galder Gaztelu-Urrutia, junto con el equipo de guionistas, optó por explorar el trasfondo social y plantear preguntas en la audiencia en lugar de seguir por el camino de la sátira cínica. La historia sigue a Laura en su huida hacia una nueva Arcadia en África junto a su exmarido, madre y su hija, lo que termina humanizándola a los ojos del espectador. Este cambio inesperado desconcierta al público, pero al mismo tiempo le despierta interés.

No obstante, a medida que avanza la película, surge la sensación de que los personajes carecen de profundidad y la trama se vuelve torpe en su desarrollo dramático. La película intenta apelar a la empatía del espectador hacia una protagonista construida de manera superficial, lo que no logra generar el impacto deseado.

A pesar de estas deficiencias en la trama y los personajes, la película destaca por su espectacularidad visual. Con escenas de aviones y barcos en caos total, la película logra crear una atmósfera de destrucción a gran escala, aunque esto no alcanza a compensar las carencias en la complejidad de la propuesta.

En resumen, «La fiebre de los ricos» presenta un enfoque inicial de sátira que se desvanece para dar paso a una trama que busca provocar reflexión en la audiencia. Aunque la película brilla en su aspecto visual, su falta de complejidad y desarrollo de personajes limita su impacto en el espectador.